El Bachiller Rangel y la política de las pestes

 El Bachiller Rangel y la política de las pestes 

 

Recientemente me atreví a escribir unas mini crónicas sobre varios héroes de la Medicina del siglo XX. Vivien Thomas, Hamilton Naki y Arthur Wallen, los tres negros, afrodescendientes, sin educación formal, innovadores, docentes humildes, desprendidos y pobres de solemnidad fueron reconocidos y premiados en vida por la sociedad. Todos ellos recibieron Doctorados Honoris Causa de las respectivas universidades donde trabajaron. Después de difundirlo en mi entorno, una discípula egresada de la Universidad de los Andes me increpó “¿y el negro Rangel de Venezuela?” Ese reclamo me inspiró a escribir esta historia, ciertamente conmovedora. 

 

El doctor Marcel Roche narró la tragedia de este pionero de la parasitología, autodidacta y verdaderamente “sabio”, víctima de la sociedad y de los dictadores del momento, en su libro “Rafael Rangel: ciencia y política en la Venezuela de principios de siglo”. Caminé los mismos pasillos que Rangel en el viejo Hospital Vargas. Durante mi educación médica me enseñaron a valorar su contribución científica en el campo de la Parasitología. Pero sus grandes logros, según mi juicio, fueron eventos epidemiológicos extraordinarios, que en lugar de consolidar su reputación lo sometieron al escarnio público. También, mis profesores escucharon de sus propios docentes, historias de encuentros y desencuentros de aquellos años que se convirtieron en “leyendas urbanas”, algunas de las cuales contaré.

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Rangel

 

En primer lugar, José “Rafael” Rangel no era negro.  Era el típico moreno “arrosquetado” del hombre andino, pero igualmente fue víctima de los prejuicios raciales de la Venezuela de su tiempo. Nació el 25 de abril de 1877 en Betijoque, Estado Trujillo. Su madre, Teresa Estrada, adolescente, soltera, y de extracción muy humilde, falleció a los 6 meses de su nacimiento. Su padre biológico, Eusebio Rangel, lo presentó en la Prefectura Civil al siguiente día de la sepultura de Teresa, reconociéndolo oficialmente, con el derecho de usar su apellido, el cual honró hasta su muerte. Eusebio se casó al poco tiempo y la pareja lo acogió como hijo propio. Tuvo 3 hermanos dentro de ese matrimonio, y cuatro más fuera de él. Eusebio fabricaba tabacos y se dedicaba al comercio con cierto éxito. Tanto él como toda su familia tuvieron una vida relativamente holgada. Rafael era alto, ojos grandes, sencillo, perseverante, retraído y muy disciplinado para los estudios. 

 

Al término de su educación primaria comenzó en el Seminario Diocesano en Mérida de donde se retiró para concluir su bachillerato en la antigua Universidad del Zulia. En agosto de 1896 a los 19 años obtuvo su grado de Bachiller en Filosofía. 

Ingresó en septiembre del mismo 1896 a la escuela de Medicina de la Universidad Central de Venezuela. Luis Razzeti lo recibió en la cátedra de Anatomía y Adolfo Frydensberg en la de Química. Terminó el primer año con notas sobresalientes. Fue preparador de Histología y de la mano del doctor José Gregorio Hernández aprendió técnicas de Parasitología microscópicas. Completó ese período con el doctor Santos Dominici, como preparador en Microbiología en el Instituto Pasteur de Caracas. Se matriculó en el segundo año de la carrera. Ganó un exigente concurso para ser “externo” de la cátedra de Clínica Médica, cargo que lo expuso al cuidado directo de los enfermos en el Hospital Vargas. Estudió y dominó simultáneamente los idiomas francés, alemán e inglés. Pero sorpresivamente, abandonó la Universidad antes de concluir ese año académico. Decían algunos que vivía en la pobreza absoluta debajo de unas escaleras del hospital, y que, además, la rigidez y el sesgo racial de algunos profesores, influyeron en tan drástica decisión. Lo cierto es que no hay evidencias de ello y que probablemente su experiencia con pacientes y su vocación por el laboratorio, lo hicieron cambiar de rumbo. 

 

Además, contrajo Tuberculosis y por recomendación de su mentor Santos Dominici, regresó a su pueblo natal hasta su recuperación total.  Le permitieron seguir trabajando como preparador en el laboratorio de José Gregorio Hernández perfeccionando sus técnicas en Microbiología, investigando la fisiología del Sistema Nervioso y prácticando  autopsias en el hospital.  En 1901 se fundó el Laboratorio de Histología y Bacteriología del Hospital Vargas, y en febrero de 1902, Rangel fue nombrado su primer director. Recibió ayuda para su dotación de Cipriano Castro al entonces presidente de Venezuela.  

 

Al margen de la práctica de exámenes rutinarios de laboratorio tuvo tiempo y entusiasmo para desarrollar sus inquietudes científicas. Fue tutor de 16 tesis médicas basadas en técnicas de laboratorio y medicina experimental. Entre 1903 y 1905 produjo uno de sus primeros trabajos, posiblemente el más importante, que le dio inclusive reconocimiento internacional, estableciendo la relación causa efecto de las anemias rurales endémicas con un parásito, el Anquilostomo Duodenal. 

 

Estudiando a los pacientes anémicos encontró huevos del parásito en las heces fecales. Tuvo la oportunidad de practicar una autopsia a uno de ellos y observó la presencia de decenas de pequeños gusanos incrustados en las paredes del intestino.  Ese anquilostomo, microscópicamente, era diferente a los ya conocidos en la literatura médica. Casi simultáneamente con el norteamericano Charles Stiles describió una nueva variante, el “Necator Americano”. Su investigación presentada en la Academia Nacional de Medicina le mereció el premio anual José María Vargas y la recomendación, para la concesión de una beca, para estudiar Patología Tropical en Europa, ratificada por el ministro del Interior. 

 

Descubrió la causa de “la peste boba” que producía una elevada mortalidad equina aislando en la sangre de los caballos un Tripanozoma, parásito unicelular que denominó  Tripanozoma Venezuelense. Diagnosticó correctamente como Ántrax una enfermedad en bovinos conocida como el “grito de la cabra”, endémica en Coro y en Valencia. Describió por primera vez en Venezuela el Anopheles y el Aedes, mosquitos responsables de la transmisión del Paludismo y la Fiebre Amarilla. A pedido del director de Higiene, preocupado por la alta incidencia de Disenterías en Caracas en 1904 investigó y demostró la presencia de bacilos coliformes fecales tanto en las legumbres como en las aguas de riego, producto de la contaminación cloacal. Todos sus aportes repercutieron en la prevención de muchas enfermedades al imponerse medidas sanitarias que mejorarían la calidad y expectativa de vida de la población del país. Por aquellos años vivía modestamente en un anexo del hospital, en pareja con Ana Luisa Romero con quien tuvo 2 hijos.

 

La “bomba de agua de Broad Street”

 

El Cólera fue una de las grandes epidemias del siglo XIX. Murieron millones de personas en Europa y más de 50 mil sólo en Inglaterra. Durante el cálido verano londinense de 1854 los obreros de una fábrica en Soho calmaban la sed con el agua de un pozo cercano que resultó estar contaminado por una filtración de una letrina cercana, en Broad Street. Estalló un brote de Cólera con diarreas explosivas que mató a 700 personas en las primeras 2 semanas. Se atribuía su transmisión a la inhalación de “aíres hediondos” o “miasmas” en aquella zona tan pobre, pero tan de moda hoy en día. John Snow, médico y obstetra inglés, no compartía esa teoría. Aunque su agente causal, el Vibrio Cholerae, sería descubierto 30 años más tarde, él pensaba que la enfermedad se contraía a través de aguas insalubres.  Elaboró un mapa con la distribución geográfica de los fallecidos. Todos se encontraron en las mismas zonas pobres que se surtían de la misma fuente. Los empleados de una cervecería cercana no enfermaron. Saciaban la sed con su propia cerveza y con agua de un proveedor privado. Apareció un caso en un barrio fuera de la zona del Soho. La enferma, una señora que le gustaba el agua de aquella precisa fuente que le llevaban sus criados, terminó por confirmar la hipótesis de Snow. Inmediatamente le solicitó al Consejo de la ciudad el cierre del pozo. Sin mucha convicción la ciudad primero retiró la palanca del surtidor. Hubo protestas e indignación de los vecinos.  En una semana el brote se detuvo. El pozo fue inhabilitado permanentemente. 

 

John Snow, aunque fue pionero de la anestesiología al usar Cloroformo para amputaciones y algunos partos complicados en realidad es conocido como el padre de la Epidemiología. Gracias a él se cambió la gestión sanitaria en Londres y otras grandes ciudades. Salvó miles de vidas. Honrado con justicia, varias sociedades científicas llevan su nombre. Fue condecorado por la Reina Victoria. Aquellos mapas se guardaron para la posteridad. Actualmente el lugar exacto en donde se encontraba la bomba de agua está marcado con una piedra roja en el número 40 del hoy Broadwick Street…

 

La Peste Negra y lugares comunes

 

La “Peste Bubónica” fue la pandemia más devastadora de la historia de la humanidad. Aunque se conoce desde la antigüedad, tuvo su gran oleada en el siglo XIV. Fue la primera arma biológica de la que el mundo tuviera noticia. En 1345 un nuevo khan de la Horda de Oro mongol en su conquista de Crimea, en manos de los genoveses, sitió la ciudad amurallada de Caffo. El asedio prolongado vio mermar las huestes invasoras por un brote de Peste Negra. Con imaginación y genio militar, Jani Beg, catapultó los cadáveres de los soldados fallecidos hacia el centro de Caffo. El brote estalló en los siguientes 8 días con la consecuente rendición genovesa. Los que escaparon llevaron la enfermedad a Constantinopla, Egipto, Génova, Grecia, los Balcanes y el resto de Europa. La epidemia arrasó con el 50 % de la población de Eurasia y Africa del Norte, 100 millones de personas. Rápidamente se empezaron a buscar culpables y como siempre los judíos fueron los primeros chivos expiatorios, “querían deshacerse de sus acreedores” decían. Además de los pogromos, aunque en menor proporción, por sus normas religiosas sanitarias, ellos fueron igualmente, víctimas de la epidemia. 

 

La  Yeirsinia Pestis, original de la China, habita en los roedores. Las garrapatas de las ratas negras son portadoras de la bacteria, y al saltar a la piel del ser humano, la inoculan produciendo una enfermedad letal. La inflamación del sistema linfático y la gangrena de las extremidades, que junto al color grisáceo de los ganglios, también llamados bubones, son las responsables de su nombre alternativo, “Peste Negra”. La infección progresa rápidamente produciendo una sepsis generalizada. La epidemia se exacerba al transmitirse entre seres humanos en su fase pulmonar. La muerte ocurre dentro de la primera semana del contagio. En la Edad Media no existían los antibióticos de hoy en día, que curan la enfermedad. Tampoco los había en 1908, cuando la Peste Bubónica se asomó por Venezuela...

 

Los eventos 

 

A principios de marzo de 1908 atracó en La Guaira el vapor italiano “Citta di Torino” proveniente de Colón, Panamá, con un cargamento mortal.  Desembarcó el cadáver de un sacerdote proveniente de Guayaquil, puerto al entonces infectado por la “Peste Bubónica”. A mediados de ese mes, el Dr Rosendo Gómez Peraza, joven medico rural en La Guaira y muy apreciado por la comunidad, vio a un enfermo febril, con ganglios en las axilas y las ingles, extremadamente inflamados y dolorosos. Un vecino de origen canario que conoció del caso había visto la Peste en su tierra y le sugirió el diagnóstico. Se le encendieron las alarmas. Al siguiente día aparecieron 5 pacientes más.  De los 6, 3 fallecieron en pocas horas. Sus peores temores fueron confirmados. El 19 de marzo se reunió con los otros médicos de la localidad. Él fue el único en reconocer haber tenido enfermos con “Peste Bubónica”. Un empleado del consulado de Estados Unidos, presente en la reunión, inmediatamente dio el pitazo a su embajador en Caracas. La noticia se difundió rápidamente y ese mismo día llegó a Miraflores. 

 

El brillante Bachiller Rangel que era obsecuente y protegido del presidente de facto, General Cipriano Castro, además considerado ya como precursor de la bacteriología tropical en el país, fue el natural designado por el ministro del Interior doctor López Baralt (médico), para investigar y diagnosticar la situación. El 20 de marzo viajó en carreta 15 horas a La Guaira por la misma carretera vieja de tierra y piedras terminada por Carlos Soublette. Le fueron presentados los 2 enfermos sobrevivientes luego de una convalecencia de 2 semanas. Tomó muestras de los bubones para cultivo, examinó los frotis al microscopio e inoculó las secreciones en ratas para tratar de reproducir la enfermedad. Los primeros exámenes fueron negativos. Había que esperar los resultados de los animales infectados. Pero había premura y llamadas diarias de Miraflores. Las consecuencias de cerrar el puerto más importante del país eran incalculables.  A las 72 horas no habiendo datos positivos y cediendo a la presión, concluyó prematuramente, para regocijo de Castro, que no había enfermos con “Peste Bubónica”. 

 

La noticia divulgada inmediatamente por el gobierno fue aplaudida y recibida muy gratamente por la cámara de comercio de La Guaira y por el país. El periódico local, El Constitucional, publicó una foto de Rangel catalogándolo como héroe. La primera reacción de Castro fue “matar al mensajero”. Encarceló al doctor Gómez Peraza por difundir pánico y falsas alarmas en detrimento de la muy golpeada situación económica del país. Estuvo preso en La Rotunda con sendos grillos en los tobillos por un mes. Pero continuaron apareciendo nuevos casos en La Guaira. Hay quienes dicen que aquellas mismas ratas terminaron enfermando al mes de la inoculación. Los rumores llegaron a oídos de Rangel, y el 11 de abril con mucho sigilo, decidió regresar a verificar los hechos. En los exámenes practicados a nuevos enfermos pudo aislar la bacteria y confirmar el diagnóstico de la enfermedad. Discretamente participó al General que “le era doloroso informar que esta vez sí había encontrado el bacilo específico de la Peste”.  Con un presupuesto de 25 mil bolívares quedó a cargo de la campaña sanitaria. El 18 de abril ordenó el cierre del Puerto de La Guaira y se bloqueó el acceso a Caracas.  Con la ayuda del doctor Gómez Peraza, ya liberado de sus “cadenas”, localizaron a los enfermos y los aislaron en el lazareto de Cabo Blanco.  Quemaron sus viviendas con las pertenencias infectadas bajo la promesa, garantizada por el gobierno, de indemnizarlos posteriormente. ¡Guerra a las ratas y ratones que propagaban la enfermedad! Se pagaba un real por rata y medio real por ratón, vivos o muertos, presentados a las autoridades locales. Se incineraron más de 50 mil roedores. Al mes amainó la tormenta y la epidemia cedió. El 23 de mayo de 1908 se reabrió el Puerto de La Guaira. A principios del mes de julio dieron de alta a los últimos pacientes convalecientes en Cabo Blanco y detenida ya la epidemia, Rangel regresó a Caracas.  Se previno la muerte de, posiblemente, decenas de miles de personas. 80 casos, 40 fallecidos y 25.133 bolívares gastados fue el balance final. El excedente de 133 bolívares, sacados de su bolsillo, fueron reclamados y nunca devueltos por el ministro de Hacienda.

 

Las secuelas

 

El 8 de julio, Rangel y Gómez Peraza, recibieron la Orden del Busto del Libertador en su Tercera Clase. El apogeo duró poco.  Cipriano Castro expulsaba gases por la orina. Tenía una comunicación entre el recto y la vejiga. La cirugia era complicada. El 24 de noviembre del mismo año 1908, se embarcó en el buque Guadalupe, hacia Europa, para tratarse quirúrgicamente en Berlín. Su compadre y primer vicepresidente, Juan Vicente Gómez se encargó de la Presidencia, pero para consumar un golpe de Estado ese mismo 19 de diciembre. Pronto comenzaron los reclamos por las viviendas quemadas. Gómez, barriendo todo rastro del gobierno anterior, hizo caso omiso de todos los compromisos adquiridos previamente. Dentro de la campaña de desprestigio contra Castro, se publicó en la prensa, el 19 de enero de 1909, un artículo del doctor Carlos Manuel Velázquez, “Peste y Castro” atribuyendo el control de la enfermedad a la Junta de Comercio de La Guaira y no al gobierno, que “pretendía con un simple Bachiller dominar la epidemia”. Había recelo por no haber colocado a un médico al frente de la campaña. Se le reclamó públicamente a Rangel, no haber diagnosticado tempranamente la “Peste Bubónica” pudiendo haberse evitado así la pérdida de numerosas vidas humanas. Se le imputó una presunta malversación de los fondos asignados para la campaña. El 20 de abril de ese año se instaló la Comisión Nacional de Higiene Pública y el nombre de Rangel brilló por su ausencia.  No tuvo apoyo de nadie. Sus mentores no estaban en el país y su protector oficial Cipriano Castro tampoco. Las protestas por las indemnizaciones de las casas incineradas continuaron. No siendo escuchados por el gobierno los propietarios se agolparon en el laboratorio del Hospital Vargas para exigirle a Rangel el pago de los ranchos perdidos, de su propio patrimonio.  Agobiado por todos estos eventos pidió al gobierno aquella beca pendiente para estudiar Medicina Tropical en Europa, prometida en 1903. Su solicitud fue denegada. “A Gómez no le gustaban los negros” …

 

A pesar de todos estos hechos Rangel pudo continuar su trabajo en el laboratorio. Pero cayó en una profunda depresión, agravada además por la pérdida de su hija menor, el año anterior, a causa del Paludismo. El 19 de agosto convocó en el Hospital Vargas, a estudiantes de Medicina, a una presentación sobre el Micetoma, extraña infección de bacterias y hongos en la piel. Al ingresar al recinto lo encontraron taciturno, con la mirada perdida, y tras observar un viejo archivo sobre su escritorio, de su campaña de La Guaira, estalló en una crisis de llanto. Discretamente los alumnos se retiraron de la sala. Al siguiente día vistió su bata blanca y regresó al laboratorio. Ingirió un cóctel de Cianuro y vino Moscatel acabando con su vida. Tenía 32 años.

 

Los doctores Diego Carbonell y Domingo Luciani, personalmente le solicitaron al arzobispo de Caracas velar sus restos en La Catedral. “Ni en La Catedral ni en ningún otro templo de la Santa Madre Iglesia” fue su respuesta. Para el Monseñor la muerte de Rangel era “un asunto sórdido que involucraba el pecado del escándalo”. Hasta su cadáver se convirtió en un anatema. Esa misma noche del viernes 20 de agosto su cuerpo fue cuidadosamente embalsamado por el Dr Luis Razetti. A la siguiente mañana el Hospital Vargas, faldero del Ávila, amaneció cubierto de neblina, y en su capilla se encontraban los restos del Bachiller Rafael Rangel para ser velado por sus maestros, compañeros y alumnos. Al comenzar los breves oficios religiosos la llovizna se convirtió en un torrencial aguacero.  El sepelio se pospuso para el siguiente día. Sus restos fueron enterrados en el Cementerio General del Sur. El gobierno envió una comisión y una corona de flores. Decretó el 21 de agosto de 1909 como día de duelo nacional.

 

Breves comentarios finales

 

Rangel, en una correspondencia dirigida al Ministerio de Relaciones Interiores reconoció, “la premura con la que se me exigió una contestación categórica me hizo darla negativamente porque el resultado de mis experiencias fue negativo “, “dejé el encargo de avisarme al presentarse nuevos casos y apenas tuve conocimiento de ello, bajé sin que nadie me lo ordenara”, “obtuve los datos bacteriológicos positivos y cumplí el deber de denunciar la epidemia ante el presidente de la República”. Rápidamente rectificó, y con mucha eficiencia contuvo el brote. Pero, y a pesar, de todas sus contribuciones previas ¿merecía el castigo de la degradación pública? Este investigador humilde, insigne, incansable y genial fue linchado por la sociedad. La política de “cancelación” del año 1909 logró su objetivo final. No tuvo su Némesis, pero algo de Justicia Divina le deparó la historia…

 

La Asociación de Bioanalistas de Venezuela decretó partir del año 1950 el 25 de abril, fecha del nacimiento de Rafael Rangel como el “Día del Bioanalista” por considerarlo el Padre de la Parasitología y del Bioanálisis en el país. 

 

El 29 de marzo de 1977, en ocasión de cumplirse el centenario del nacimiento de Rafael Rangel, el gobierno de Carlos Andrés Pérez decretó ese año como el Año de la Ciencia Venezolana y se designó el nombre de Rafael Rangel al Instituto Nacional de Higiene. Sus restos fueron trasladados y reposan al día de hoy en el Panteón Nacional. 

 

Como homenaje a su contribución a la investigación, docencia y a la salud pública, la Universidad Fermín Toro del Estado Lara, le confirió el título de Dr Honoris Causa, Post Mortem, al sabio Rafael Rangel, aprobado por unanimidad por el Consejo Universitario el 2 de noviembre de 1999.

 

Múltiples instituciones y lugares geográficos llevan su nombre…

 

 

 

Alberto Salinas, Cirujano en libre retiro

En Miami, febrero del 2022, año tercero de la pandemia

 

Para la Dra Isabella Díaz Blanco-Fombona

 

 

 

 

PD:  En varios de los artículos que consulté se menciona la supuesta animadversión de José Gregorio Hernández hacia Rafael Rangel y su influencia sobre su suicidio. El tema es inevitable. En una obra puesta en escena en el Teatro Caracas el 19 de octubre de 1909, lo responsabilizaron entre otros, por su muerte, por su supuesto trato hostil. La leyenda urbana se mantiene hasta nuestros días. No existen pruebas de ello. Al contrario, hay mucha evidencia epistolar que demuestra el afecto y respeto mutuo entre maestro y alumno. A menudo olvidamos que José Gregorio Hernández fue médico innovador, fundador de las cátedras de Histología, Fisiología y Bacteriología en la UCV. Adversario filosófico eterno de Luis Razetti, creacionista uno y evolucionista el otro, afirmaba que aferrarse a doctrinas impedía el progreso científico.   Razetti le reconocía su sincera amistad y “proclamaba sus méritos como Profesor, como hombre de ciencia y como ciudadano de conducta inmaculada”. José Gregorio nunca hubiera podido apoyar a Rangel durante la crisis de La Guaira. Pasó todo ese año de 1908, hasta mediados de 1909, en un retiro espiritual en Italia, con miras a hacerse sacerdote. De haber estado en el país posiblemente hubiera sido él y no Rangel quien hubiera estado al frente de la campaña.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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