Maldiciones, milagros y mal de ojo. Del botiquín al Génesis

“Maldiciones”, “milagros” y “mal de ojo”. Del botiquín al Génesis…(minicrónica mayamera)


Usualmente narro eventos concretos, a veces extraordinarios, ocurridos en mi pequeña comunidad de amigos septuagenarios. Todos cargamos con los típicos achaques de la edad, diábetes, hipertensión, trastornos degenerativos de la columna, cataratas, sordera y etcétera. Algunos están insomnes, pero ninguno admite, al menos por ahora, delirar, desvariar, sufrir de “demencia senil”. Bueno, eso como que está difícil. La verdad es que nunca he visto a ningún anciano reconocer tener algún trastorno cognitivo, porque los “dementes” siempre son los demás.

Esta vez voy a contar sobre la conversación, convertida en una discusión “increíble”, que tuvimos en nuestra última reunión de los miércoles, en el botiquín de costumbre…

Todo comenzó con un comentario sobre la muerte de Hugo Chávez. En una clásica representación judeocristiana, dentro de una “guerra asimétrica” (como dirían hoy), Chávez, el diablo, maldijo al pueblo de Israel y Dios contraatacó con un misil, “quien actúe mal contra mi pueblo, sus entrañas se consumirán dentro de él” (Jeremías 5:9). Y como que así fue, para beneplácito de los creyentes. Porque algunos de mis amigos, como muchos otros, lo creen tal cual. 

No fue la mutación por azar de algún gen la responsable del crecimiento celular anormal y caótico que convertido en cáncer de un músculo pélvico, el que se lo tragó. No, no, no, fue la maldición divina. ¿Será que Hugo Chávez no murió de cáncer sino de “Biblia mal leída”?  ¿Y que, en última instancia, fue culpa de Jeremías?

De la importancia de las maldiciones divinas pasamos al “mal de ojo”. Porque el mal de ojo es la versión express de la maldición, más rápida, sin ritual e igual de molesta. No sólo lo creían algunos o casi todos, sino que hubo quien recomendó ¡usar los “hilos” importados desde el Muro de Jerusalén!         

Y de ahí saltamos a los milagros, que, a diferencia de las maldiciones, no castigan, sino que recompensan, y en los que, por supuesto, también creen. Debo decir que mi educación científica me impide darle sentido divino a acontecimientos naturales inexplicables. Maimónides no creía en eventos irracionales ni caprichosos, y ni hablar de Baruch Spinoza que los consideraba pura superstición.  En resumen, podría decir que las maldiciones y los milagros son dos caras de la misma moneda y que el “mal de ojo” ¡es una versión sin intermediarios!

¿Mis amigos estaban delirando? Para nada. Son sus creencias y yo las respeto. 

¿Y el “mal de ojo” funciona? Sí, pero solo para quienes creen que funciona. Como todas las supersticiones, predisponen. Aun así, puedo dar algunas recomendaciones. Cuidado con anticipar alguna buena noticia, no pasar el cuchillo ni la sal de mano en mano, esquivar siempre a los gatos negros, nunca caminar bajo una escalera y siempre tocar madera ante un mal presagio. Y “mosca”  las mujeres que dejan la cartera en el suelo porque la tierra se traga la plataaa…

El quirófano 3 del Hospital de Clínicas Caracas tenía dos puertas, una para los pacientes y otra para los cirujanos. Siempre me cuidé de entrar por la puerta del personal antes de comenzar cualquier cirugía, siempre, “por si acaso”. El que me llamaba supersticioso yo le respondía “supersticioso no, cabalístico sí”….

Finalmente, en descargo de mis amigos, reconozco que sí existen maldiciones que se cumplen sin excepción, sin ”mal de  ojo”, aunque tengan una explicación racional. Están en “Génesis”. Después del pecado original Dios las pronunció. A la serpiente, “sobre tu vientre andarás y polvo comerás”. A Eva, “parirás con dolor” Y a Adán, “polvo eres y al polvo volverás”…

Así que, de que vuelan… ¡vuelan! Y el que dude, que se acerque al botiquín de costumbre cualquier miércoles por la tarde


Alberto Salinas, Escribano

En Miami, 5 de septiembre del 2025 (74 cumpleaños)

 

 

 

 

 

 



 

 


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