¿Superman o Super “Moisés”?
¿Superman o Super “Moisés”?
Su nombre original es Kal-El, “voz de Dios” (ecos semíticos). Sus padres, para salvarlo de la inminente destrucción de Krypton, lo colocaron de bebé, en una “cesta espacial” para mandarlo a la Tierra. Una familia norteamericana, lo recogió y lo adoptó. Tiene “superpoderes” por los rayos del “sol amarillo”. Trata de integrarse, pero no puede renunciar a su identidad única. Oculta su verdadera naturaleza bajo la apariencia de un personaje tímido, que quiere pasar desapercibido y que no se puede asimilar por completo. Tiene una vida doble y nunca deja de ser un “forastero”. Ostenta un destino manifiesto, de redentor, lucha contra los enemigos de la humanidad.
“Los judíos no han sobrevivido a pesar de la historia sino también gracias a una misión: preservar su fe, su identidad y una visión ética del mundo. Ese destino manifiesto no es imperial ni expansionista sino moral y espiritual: dar testimonio de un Dios único y de una ética universal”… Max Dimont (The Indestructible Jews)
No hace falta hacer un análisis muy profundo para sospechar que Superman es judío. Es “Super Moisés” (laico por supuesto, porque nunca lo hemos visto rezar en ninguna sinagoga). Ante el peligro de la muerte ordenada por el faraón, su madre Jochebed, lo coloca en una cesta de junco en el Nilo, la hija del faraón lo encuentra y lo cría como príncipe egipcio. Moisés sigue siendo hebreo y libera a su pueblo de la esclavitud.
La comparación es muy fácil, y más sabiendo que los creadores de Superman eran dos jóvenes judíos norteamericanos, hijos de inmigrantes que habían llegado a Nueva York en las primeras oleadas alrededor de 1900 (y que no hubieran podido entrar después de la ley migratoria de emergencia de 1921 ¡por considerarlos “feebleminded”!)…
Además de ser “indestructible”, de los paralelismos sobre su origen y su identidad, sus valores morales también lo conectan con el judaísmo. El exiliado que sobrevive, el migrante que se reinventa, el sospechoso habitual que se convierte en protector, el que trata de encarnar lo mejor del país que lo adoptó, como el “American Way of Life”...
Superman nació en 1938 en la imaginación de Jerry Siegel (1914-1996) y de Joe Shuster (1914-1992) ambos de Cleveland e hijos de inmigrantes judíos, uno de Lituania y el otro de Ucrania. Vendieron los derechos por apenas 130 dólares a Detective Cómics Inc. El personaje se convirtió en un fenómeno mundial mientras ellos quedaron relegados. Demandaron a la editorial y lo único que recibieron fueron empleos mal pagados. Con el estreno de la primera película en 1978, se armó un escándalo mediático por la situación precaria de sus autores. El nuevo dueño, Warner Bros, les concedió una pensión vitalicia de 20 mil dólares anuales y el reconocimiento oficial “como los creadores de Superman”…
Siegel y Shuster inventaron un personaje que se convirtió en un ícono nacional… ¿en una época en que los judíos eran considerados “feebleminded”? ¿Eran acaso parte de una “raza inferior”, “degenerada y manipuladora”, “capaces de explotar al capitalismo”? Al final ¿quiénes terminaron verdaderamente explotados aquí?…
“La calamidad de las personas sin derechos… es que ya no pertenecen a comunidad alguna”… Hannah Arendt
Superman no es judío en la narrativa. Crece en una granja en Kansas, dentro de una familia protestante, como Clark Kent, que se convierte en un periodista torpe y reservado ocultando su verdadera identidad, sin renunciar a su deber moral de luchar por la “verdad y la justicia”. Llega a un mundo hostil y decide protegerlo. Es una reinvención mejorada del imaginario judío. Es el extranjero que no es débil, que salva a su nuevo pueblo. Es el “otro” que trata de encarnar lo mejor del país que lo adoptó. Pero aunque se disfrace de Clark Kent, su “fuerza” y su origen lo condenan a ser siempre un “forastero” (¿suena familiar?).
De niño yo era fanático de los “suplementos” (historietas en formato de revista) de Superman. No alcancé a leer las primeras ediciones en donde los “malos” eran dictadores de ficción inspirados en Hitler, Mussolini y Stalin. Los villanos evolucionaron con la historia norteamericana. Primero los comunistas, luego el Ku Klux Klan, Lex Luthor, tiranos intergalácticos, hasta magnates tecnológicos. Después de aparecer en televisión una serie muy popular durante la década del 50, llegó en 1978 la primera película con Christopher Reeve, la clásica historia de Supermán, supuesto exitaso, que vi, y que casi no recuerdo.
Para ubicarme en el contexto actual, escogí una de las películas, “El hombre de acero” (Man Of Steel, 2013) de Christopher Nolan (que no falla), con un elenco estelar (está en HBO Max). Es una verdadera epopeya. La “S” no es sólo una letra, es el símbolo de la casa de “El” y significa “esperanza”, esperanza en el potencial de cada persona en hacer el bien. Superman, siempre sospechoso ante el mundo por su fuerza física, debía probar que era defensor de la humanidad. Zod, su enemigo alienígena (igual que él) decía, “luce como ustedes, pero no es uno de ustedes”...
Ah, un guiño de la película: Superman tiene 33 años. De su vida antes de llegar a la adultez casi nada se cuenta. Y justo entonces salva al mundo…
En Superman 2025, por primera vez, el protagonista, David Corenswet, es judío. También la vi (HBO Max). Aunque la trama retoma la historia clásica, hay elementos de modernidad. Sus poderes lo hacen sospechoso, de poco fiar. Es víctima de “fake news” y de teorías conspirativas. Lo acusan de querer gobernar la Tierra despóticamente, ¡de tener un harén para multiplicar sus genes!
El villano es un Lex Luthor más sofisticado, tecnológico (¿Elon Musk?), que financia una guerra equivalente a la de Rusia y Ucrania. ¡Hay monos operando bots para manipular las redes sociales! También un perro con capa, que vuela…
¿Un judío inteligente?
A Superman no le han hecho, que se sepa, un test de aptitud. Sin embargo, lo pintan como un personaje inteligente y sabio, sin destacar como intelectual ni como científico. Su fortaleza está en su inteligencia moral y reflexiva. La versión de Clark Kent, aunque culto, se muestra como un hombre sencillo, pueblerino e ingenuo. Pero, sin duda, el perro de la capa, es bastante tonto…
Para los que creen que es el más inteligente de los superhéroes, están equivocados. Le pregunté a la Inteligencia Artificial y me dijo, “es Batman, y de lejos, a nivel de genio”…
¡Es un “woke”! ¡Es un fascista! No, ¡es Superman!
El personaje da para todo. Desde la izquierda política lo ven como el “superhombre” (ese como el que soñaban los nazis), demasiado patriota y asimilado, un defensor estricto de las tradiciones y del “American way of life”. Sus enemigos han sido, según la época, los enemigos de América, Hitler, Stalin, el Klan, los comunistas y recientemente algunos magnates de la tecnología. La derecha, en cambio, lo acusa de ser “woke” porque es inmigrante, poderoso e influyente, el más extranjero de todos. También es un indocumentado que por cierto, si lo agarrara el ICE (Immigration and Customs Enforcement), no tendría a dónde deportarlo… salvo, quizás, ¿a Krypton?
En 1908, Israel Zangwill, un judío inglés y prominente sionista, estrenó en Washington DC, una obra de teatro de gran impacto en los Estados Unidos, “The Melting Pot”. En ella imaginaba cómo la mezcla de inmigrantes que llegaban por Ellis Island acababa fusionándose para crear un nuevo pueblo, “de todas las razas surgirá el superhombre”. Tres décadas después, en 1938, Siegel y Shuster, hijos de familias que habían huido de los pogromos de Europa del Este, dieron vida a Superman, un héroe que encarnaba al superhombre americano ideal, producto de la amalgama de culturas de inmigrantes y no de los experimentos “raciales” de Josef Mengele…
El pacto 
Superman está cargado de simbología judía con temas clásicos como el exilio, la identidad, la lucha contra la opresión, y su misión universal. Además, se enfrenta a los estigmas antisemitas de siempre, el extranjero perseguido, sospechoso, acusado de conspirar, demonizado como poderoso e influyente. Faltó incluir algún “libelo de sangre”, aunque llegaron cerca con el cuento del harén.
Superman hace un juramento silencioso de usar sus poderes en favor de los demás como herencia de sus padres kriptonianos y de sus padres adoptivos…
En el relato bíblico, Dios le promete a Abraham tierra y descendencia a cambio de fidelidad. Ese pacto se renueva con Moisés en el Sinaí con la entrega de las leyes que regirán a la humanidad. Los israelitas lo asumen como una misión colectiva, con un destino único, de ser el pueblo elegido, la “luz de las naciones”. Es esa sociedad, basada en un pacto espiritual, la que se reinventa una y otra vez y siempre sobrevive a pesar de la adversidad…
El comienzo del año 5786 del calendario hebreo, encuentra a un mundo plagado de fanatismos, intolerancia e intransigencia, que alimentan la polarización, la violencia y las guerras. El antisemitismo persiste y recrudece disfrazado de mil formas.
¿Superman nos salvará?
¡Shaná tová para todos!
Alberto Salinas, Escritor (y cirujano en libre retiro)
En Miami, el 24 de septiembre del 2025
Para Martín…
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